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El penalty (historia del oráculo que todos llevamos dentro). Por Tostadora

El penalty (historia del oráculo que todos llevamos dentro). Por Tostadora

Último minuto de la final de la “Clericus Cup” (la liga vaticana) entre el Redemptoris Mater y la Universidad Lateranense. Un jugador del Red Mat cae en el área fulminado por una patada que la moviola revelará inexistente. El árbitro pita penalti y se forma un corrillo alrededor de él. Los jugadores se empujan y se escapa alguna colleja. El movimiento de los labios revela que más de un jugador deberá pasar por el confesionario al término del partido. “Levántate y anda” le dice el defensa al extremo caído, pero la decisión está tomada. Pena máxima.

 

El encargado de tirar el penalti es Matiocco, el jugador más popular del equipo (“Juegue bien, juegue mal, Matiocco cardenal” suelen decir sus seguidores) pero éste se encuentra en la grada debido a una lesión que le ha apartado del partido más importante de la temporada. Así que será otro compañero el que patee desde los once metros. Desde la responsabilidad que le otorga el hecho de ser el capitán, Bruno Toravia, el central más duro de la liga, se dispone a lanzar. Mira al cielo y se santigua. Se dice para sí mismo que no tomará la decisión de hacia dónde disparar hasta que no llegue a contactar con él balón. El árbitro pita, corre hacia la pelota, levanta la pierna y...

 

Dejemos a Bruno congelado unos momentos en su camino hacia el infierno o la gloria.

 

Justo en este instante, Bruno ya ha tomado una decisión. Va a disparar a la derecha del portero. Pero el todavía no lo sabe pues la consciencia tarda 120 milésimas de segundo en enterarse de lo que se ha cocido en el cerebro. Lo que quiere decir que Bruno cree estar dudando cuando lo cierto es que ya ha elegido. Los porteros suelen tirarse también en el momento previo a que el jugador toque el balón cuando les disparan desde el punto fatídico, por lo que en este preciso momento su cerebro está mandando la información necesaria para que sus piernas comiencen a despegarse, iniciando un salto hacia su izquierda sin que él sepa todavía cual ha sido su elección. Así que en los cerebros de ambos jugadores está ya el resultado del partido y por tanto el de la “Clericus Cup”, pero ellos ni lo sospechan.

 

Volvamos a darle al “play”. Lo que queda ahora ya lo saben. Toravia chutará, el cancerbero iniciará un vuelo inútil y el balón recorrerá los once metros. Los que allí se encuentran no darán nada por sentado hasta que el balón cruce la línea, lo que Javier Marías llama “el tiempo indeciso”, el momento en el que lo que va a ocurrir todavía no ha ocurrido, cuando lo inevitable tiene alguna posibilidad de no ser. Pero lo que no sabe Marías es que ya ha sido y que tanto él como el resto son sólo espectadores de una ficción que ya ha pasado y que Alea jacta est, se pongan como se pongan.

 

Salvo ayuda divina proveniente de 120 milisegundos en el pasado, of course.

3 comentarios

Tostadora -

Me alegro luzy de verte por estos lares. El balón entró pues no cayó ningún rayo del cielo ni se abrió el medio campo con lucifer en una tabla de surf hecha con los huesos de dioses muertos.

Me gustaría saber como interpretaron el Sr.Izquierdo y el Sr. Derecho el resultado de las elecciones.

luzazul -

En la cabina de prensa de la preferencia lateral se encuentra el Sr. Izquierdo.

Ve a Bruno Toravia lanzando y el balón alojado en las redes -¿o tiró fuera?-

Escribe en su crónica: "Así se tiran los penaltys, fuerte, por el centro y a media altura. Colocado".
Otro periodista del Redemptoris Cronicum, el Sr Derecho, ve lo mismo, pero lo atribuye a una conjura arbitral.

¿Por qué? No es que estén "cuerpo-calloso-tomizados". Como la mayoría de los comentaristas deportivos, no lo vieron lanzar. Están en el bar comiendo canapés, o ligando con las azafatas.

SideriÄ -

Admirable estilo literario, Tostadora. Lo narrado y especialmente su forma mantienen al lector en un medido vilo. No es excesivo; sólo justo para que, aun sabiendo el desenlace, continuemos leyendo con igual inquietud. Se nos lleva ligeramente de la mano hasta el momento en que abrimos la boca indicando la sorpresa.