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Siglo III a.C: Después de Cannas. Cáp I de III. Por Tostadora

Siglo III a.C: Después de Cannas. Cáp I de III.  Por Tostadora

            -La guerra solo es bella para los que no luchan, Publio. ¿Habiendo combatido en las legiones del César como te atreves siquiera a discutirlo? Respóndeme a esto entonces: ¿Cómo puede ser bello el sonido de una espada atravesando un estómago y desparramando sus intestinos? ¿Cuál es la atracción que te provoca el sonido del crepitar de los huesos de tus hermanos al ser golpeados con una bola de hierro? ¿Cómo puede existir belleza en el olor de una montaña de cadáveres que resbalan bajo tus pies? ¿O es que acaso encontrasteis a Venus paseando por Cannas? -dijo Graco-.            

             -No vi a Venus, Cayo Graco. Vi al mismo Marte luchar. Su piel es negra y grandes sus manos. Su voz es un trueno en la noche, incluso en el campo de batalla. Era, sin duda, un Dios. Cuando los vélites nos dejaron paso a nosotros, la infantería, su gesto apenas cambió. ¿Cómo puede un mortal permanecer imperturbable ante el ejército más poderoso creado nunca?¡Un ejército cuya única misión era exterminarlo! ¿Cómo puede la duda huir de su rostro?  Incluso el mismo Heracles hubiera vacilado.            

             -¿Y qué hizo, entonces, tu Dios?            

             -Cuando cargamos no se inmutó. De su garganta no escapó ni el más insignificante sonido. El primero en llegar a donde él se encontraba fue Cornelio.            

             -¿Cómo murió?                        

             -Fue rápido. La espada de Anibal atravesó su garganta. La hoja cruzó el cuello por completo. Cuando la sacó, la sangre de Cornelio comenzó a brotar. Intentó taparse la herida con las manos. No soy capaz de imaginar lo que debió sentir cuando comprobó que podía introducirlas casi por completo dentro de la herida.            

             -Deberías beber algo, Publio.

            -Gracias, Graco –dijo, mientras se servía licor de Caledonia-. Casi todos los que iniciaron la carga murieron al instante. Recuerdo ver miembros humanos caer del cielo. Esos bastardos, cuando arrancaban un brazo o una pierna, los lanzaban contra nosotros. Algunos de ellos no querían matarnos, sino únicamente mutilarnos para amedrentar al resto con nuestros cuerpos destrozados.  

             -¿Y de donde emana la belleza de la que me has hablado? 

             -De la perfección. Participé en la batalla perfecta. 

             -Pero estabas en el bando equivocado. Supongo que eso no te parecería tan hermoso. 

             -La perfección es en sí bella. Aunque lo perfecto sea terrible, un individuo –y más un romano- debe saber percibirla. La naturaleza es bella porque es perfecta. 

             -No lo creo, la naturaleza es bella porque es pura. 

             -Exacto y la perfección emerge de la pureza. Por eso creo que perderemos esta guerra. Si Aníbal ha logrado la perfección en la guerra, es porque sus motivaciones, o quizás su espíritu, es puro. Y cuando las almas son puras, es imposible luchar contra ellas. 

             -Publio, ahórrate tus opiniones. No puedo escribir eso en mi informe para el Senado. Te condenarían a galeras. Céntrate en explicarme cómo, después de comenzar el ataque, si no cometisteis ningún error, os pudieron masacrar de forma tan humillante. Y te aconsejo que lo hagas bien. Roma pide sangre y, si no es la de Anibal, será la de los pocos que sobrevivisteis. 

            -Pasaba el tiempo y sus soldados parecían flaquear, comenzaron a retroceder. Él con su mera presencia consiguió que la línea no se quebrase. No eran grandes guerreros, al menos no mejores que nosotros, pero no pudimos resquebrajar su defensa, no sabíamos como hacerlo. Había cuatro romanos por cada cartaginés, nos relevábamos para poder descansar, pero jamás estuvimos siquiera cerca de conseguirlo. De pronto escuché un cuerno númida. Fue aterrador, era como escuchar a los espíritus de la guerra viniendo desde el reino de Hades. La caballería de Anibal debía de haber sido aniquilada. Todavía no sé muy bien qué fue lo que ocurrió. Era imposible que la caballería cartaginesa venciera tan fácilmente a la nuestra…  

5 comentarios

Tostadora -

Apollinaire nació 20 siglos después de esta conversación por lo que Cayo Graco no tiene por qué tenerle en cuenta. Sin contar con que es una opinión del propio personaje mientras Publio defiende lo contrario...

Y además, un grano de arena no hace un montón. Si llegáramos a la conclusión de que matar es terrible el hecho de que alguien piense y haga lo contrario no lo invalida.

Marina -

Discrepo respecto a la frase con la que empiezas: Apollinaire luchó y admiró.

Tostadora -

Y por supuesto, el Roma Total War es la base principal de conocimiento al respecto -una herramienta que la universidad debería plantearse en subvencionar a los futuros historiadores-, junto a algún que otro Asterix.

Tostadora -

Sí, Fish. Es de mi cosecha y como tal he metido algún que otro huevo de pascua. Un pin en cuatro dimensiones de Galería del Coleccionista para quien descubra qué está bebiendo Publio.

Fish -

¿Esto es de tu cosecha? Veo que pilotas, no esperaba menos del ilustre arqueólogo. O has leído mucho del tema o las horas jugando al Rome Total War han dado sus frutos! Me suscribo a la semana romana.